Es irónico que mientras el ser humano necesita del agua para vivir, con la llegada de las lluvias prevalezca una angustia en buena parte de la población por lo que puedan traer en forma de inundaciones, deslaves y derrumbes en las carreteras que pongan en peligro la vida de los guatemaltecos.
Los avances en áreas como la tecnología informática permiten hoy día anticipar eventos como los huracanes y tormentas tropicales, pero con tan solo horas de diferencia lo cual significa que, si no existen mecanismos de respuesta previamente diseñados y entrenados, el aviso de la catástrofe solo servirá para encontrarnos confesados.
La gestión de riesgos es una corriente derivada de la administración que demanda el diseño de una planificación para el largo y el corto plazo con la cual podamos mitigar el impacto de los embates de la naturaleza. Pero si el país carece de estos planes de contingencia entonces seremos más bien reactivos con pobres resultados en la eficacia de la respuesta a los eventos naturales.
Para este año las previsiones de lluvias anticipan la llegada del fenómeno de la Niña cuya característica principal es que en muy cortos períodos de tiempo cae una cantidad de agua que es imposible de absorberse por el suelo y menos aún cuando se le ha puesto concreto sin siquiera pensar en lo que significa eso para el momento de lluvias intensas. El resultado anticipado es lo que tenemos siempre en las principales ciudades del país, inundaciones en calles y avenidas incluso con el agua entrando a las viviendas de las personas.
De allí que se haga necesario abordar el riesgo de las lluvias desde diferentes perspectivas, una de ellas la respuesta que se prevé tener por parte de las instancias públicas directamente involucradas, otra lo que sería el ideal con el cual contar para ser un punto de partida en una cultura social orientada a la preparación ante desastres naturales. Como todo en la gestión pública, es un asunto de administración, simplemente.
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