El procrastinar es una palabra de uso reciente que viene como anillo al dedo para calificar nuestra cultura respecto a resolver problemas pues su significado es de postergarlos sustituyéndoles por acciones irrelevantes debido al miedo a entrarle de frente al problema y solucionarlo.
Procrastinamos el problema del cambio climático postergando la persecución de los delincuentes que están destruyendo nuestros bosques. Lo mismo hacemos con el tránsito, las ventas informales, el ornato y un largo etcétera.
El manejo responsable de los desechos sólidos, la basura pues, es algo que estamos esquivando desde hace muchos años y no es una procrastinación exclusiva de los gobiernos, sino que lamentablemente también lo es de la sociedad en su conjunto. En el año 2021 se aprobó el acuerdo 164 el cual obliga a la implementación en los 340 municipios del país a una gestión integral del manejo de la basura que comienza con la separación en las casas, sigue con la búsqueda de mecanismos para reciclar o rehusar los desechos hasta llegar al depósito de lo que es literalmente basura a modo que no contamine los mantos friáticos. Todo esto se aprueba dos años antes de entrar en vigor, es decir, volvimos a ver hacia otro lado por este tiempo, nos ocupamos de tareas irrelevantes o más agradables procrastinando una vez más el problema. Ojalá, que no venga un iluminado a establecer un nuevo plazo dejando abierta la puerta a que nos sigamos ahogando, literalmente, entre la basura.
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